2.3. Orientaciones para la formación
2.3.2. Acompañamiento y guía
Como en cualquier otra formación, hay que estar siempre alerta respecto a las posibles dificultades que puedan tener las personas durante las sesiones, no solo cuando pregunten, puesto que muchas veces no se atreven a intervenir, ya sea porque les da miedo y/o vergüenza y/u otros motivos. Por este motivo, se recomienda hacer un ejercicio de observación continuado, e intervenir siempre que sea necesario, y si podemos adelantarnos, mucho mejor.
También nos podemos encontrar casos con personas con determinadas conductas que pueden interferir durante las sesiones, y que tenemos que saber reconducir. Por ejemplo, personas con afán de protagonismo que quieran destacarse, haciendo muchas intervenciones continuamente y reclamando nuestra atención, o bien personas con actitudes poco respetuosas con los formadores o con los mismos compañeros. En estos casos, es importante mantener la calma y reconducir la situación. En casos muy extremos, siempre podemos comunicarlo a los nadaponsables del centro y/o espacio.
Por otro lado, normalmente las personas tienen diferentes estilos y ritmos de aprendizaje, por lo que se recomienda ser flexibles y respetar los tiempos de cada cual.
Para saber más
Podéis consultar el artículo siguiente, referente a los estilos de aprendizaje, publicado por la revista UNIR, de la Universidad Internacional de La Rioja: https://www.unir.net/educacion/revista/noticias/estilos-de-aprendizaje-clasificacion-sensorial-y-propuesta-de-kolb/549201749973/.
Así, hay que orientar a los participantes en cómo reforzar todo lo que están trabajando en las sesiones, y si observamos que algún participante tiene dificultades en algún aspecto en concreto, hacer las recomendaciones necesarias para que tomen conciencia de lo que necesitan reforzar, facilitando un aprendizaje adaptable y personalizado en la medida en que podamos. En este sentido, como en otros ámbitos de conocimiento, la capacitación digital requiere mucha práctica, por lo que es recomendable animar a los participantes a practicar también fuera de las sesiones lo que se vaya trabajando de la manera más continuada que les sea posible, o bien proponer algunas actividades sencillas que les ayuden a ir asentando lo que necesiten.
En el supuesto de que no dispongan de dispositivos digitales ni de conexión a internet, hay que recordar a los participantes que pueden utilizar las bibliotecas, los telecentros y/u otros equipamientos públicos más cercanos donde es posible hacerlo, de modo que esto no llegue a ser una barrera.
También tenemos que ir estimulando el hecho de que vayan perdiendo posibles miedos, que afronten posibles dudas y/o problemas, que tomen conciencia de dónde tienen más dificultades, etc., para ayudarles a regular su propio aprendizaje. En este acompañamiento, hay que hacer conscientes a los participantes de que no tengan miedo de equivocarse ni de experimentar, incidir en la idea de que no están solos en este proceso y, sobre todo, que aprendemos con todos y de todos.
Por otro lado, hace falta que al comienzo de cada sesión dejemos claros los objetivos y los contenidos que se trabajarán. En principio, esto tendría que estar disponible antes de que las personas se inscriban, para que tengan claro qué se trabajará, pero conviene reforzarlo siempre al principio, puesto que a veces la gente no lee los contenidos de las actividades. Sobre todo, es importante hacerlo para evitar posibles frustraciones, por si hay personas que vienen con otra idea de lo que se trabajará.
También es recomendable dedicar, al final de cada sesión, algunos minutos para repasar lo que se haya trabajado, por ejemplo con algún ejercicio de autoevaluación que hayamos preparado previamente, o bien hacer un ejercicio de repaso colaborativo que contemple las principales nociones trabajadas; y siempre animar a los participantes con frases de motivación por los objetivos logrados, y anunciar brevemente los contenidos que se desarrollarán en las próximas sesiones.