2.3. Orientaciones para la formación
2.3.1. La motivación
La motivación es, sin duda, uno de los aspectos docentes y pedagógicos más importantes que hay que tener en cuenta. Evidentemente, no estamos descubriendo nada: alumnos desmotivados no podrán sacar nunca provecho de un curso. Pero esta obviedad, en este tipo de acciones formativas, a veces se olvida, por el supuesto –erróneo– de que todo el mundo tiene muchas ganas de experimentar con herramientas digitales. Y no siempre es así.
También hay que considerar que una parte importante de las personas en riesgo de exclusión pueden presentar poca confianza en sí mismas, especialmente a la hora de aprender. Por eso, si este aspecto no se trabaja en paralelo, estas personas quizá acabarán pensando que lo de las tecnologías no es para ellas, con el consiguiente riesgo de abandono. Hace falta, pues, reforzar la idea de que estamos allí para aprender, intentando respetar los ritmos de aprendizaje de cada cual, y que, cuando acabe la experiencia, quizá no serán expertos, pero seguro que sabrán un poco más que antes de empezar.
Por otro lado, una insistencia excesiva en lo vital que ha llegado a ser internet en nuestra vida actual –«es imposible encontrar trabajo si no se sabe navegar por la Red y utilizar dispositivos digitales»– puede tener el efecto inverso al deseado: crear miedo y/o angustia, y que el alumno lo acabe dejando.
Una buena estrategia puede ser potenciar lo que se conoce como motivación intrínseca, despertando y/o potenciando el interés y la curiosidad, y facilitando que las personas puedan conectar lo que han venido a aprender con sus propios intereses. Algunas recomendaciones para conseguirlo pueden ser:
- Estimular la participación y la interacción, dando protagonismo a las personas, fomentando una actitud activa y de colaboración. Por ejemplo, invitar a todo el mundo a presentarse, conocer sus experiencias y/o conocimientos previos, cuáles son sus inquietudes de cara a la formación, etc.
- Aplicar alguna técnica de dinamización de grupos para favorecer el conocimiento mutuo, la cohesión y el sentimiento de pertenencia a un grupo que aprende: se pueden utilizar diferentes dinámicas para hacerlo. Por ejemplo, para facilitar el conocimiento mutuo, es posible colgar un mural o similar y repartir post-its entre los participantes donde puedan compartir sus deseos de cara a la formación («a mí me gustaría…»), o bien que expresen con un dibujo o con una frase cómo se sienten respecto a la tecnología y que lo compartan en un mural, etc.
- Emplear ejemplos sociales y culturales cercanos a su realidad, y/o analogías.
- Mantener la atención de los estudiantes, haciendo, por ejemplo, descansos breves, o aprovechar para hacer alguna broma, dejar que las personas expresen cómo están viviendo hasta el momento el desarrollo de la sesión, etc.
- Dar a entender que nosotros también aprendemos con ellos/as y de ellos/as.
- Evitar la monotonía y las sesiones tipo «magistral».
- Si se detecta un caso de bloqueo, una estrategia que suele funcionar es desviar la atención del estudiante bloqueado, dándole protagonismo. Pongamos un ejemplo: en un curso de capacitación para desempleados, un mecánico de 56 años le comenta al profesor que «no me aclaro a la hora de llenar el formulario del currículo». El profesor desvía la atención del estudiante hablando de su profesión: «eres mecánico, ¿verdad? Pues yo recuerdo un día que me quedé sin aceite y no sabía ni abrir el capó del coche. Estuve más de media hora hasta que llegó alguien y me ayudó a abrirlo». Con intervenciones de este tipo, se distiende el ambiente, los estudiantes se sienten un poco protagonistas y se reduce la tensión.
Para saber más
En el caso de que trabajéis con personas adultas, os pueden resultar de utilidad los principios de la androgogía de Knowles sobre la motivación respecto al aprendizaje con adultos: https://es.wikipedia.org/wiki/andragog%C3%Ada; y sobre la motivación intrínseca: https://es.wikipedia.org/wiki/motivaci%C3%B3n_intr%C3%ADnseca.