« Wherever we get down to work –on the factory floor, on the railway, or even if the work only involves doing the laundry or brushing our teeth– there is a silent revolution taking place.»
Bloem, Jaap y otros (2014).
Las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) forman parte de la vida cotidiana de más de la mitad de la población mundial, y la mayoría de los trabajos actuales requieren un nivel básico de competencias digitales. De acuerdo con el informe Digital Economy and Society Index (DESI) de 2020 (con datos de 2019) un 85% de la población de la Unión Europea empleaba Internet cada día y un 44 % tenía una capacitación digital insuficiente. Por otro lado, se estima que actualmente el uso mundial de teléfonos inteligentes excede los 2 billones. Las TIC están presentes en muchas de las facetas de la vida de las personas: desde las posibilidades de inserción en el mundo laboral y educativo, a la creación de relaciones personales y sociales, pasando por gestiones administrativas o de ocio. Podríamos considerar que las TIC no son un aspecto opcional de la vida cotidiana, dado que muchas de las instituciones que ofrecen servicios básicos (administración, salud, educación, etc.) cada vez ofrecen más servicios basados en estas tecnologías.
Como afirma Marres:
«(…) las tecnologías digitales son un hecho social y un determinante de la vida moderna que afecta a la mayoría, si no todas, las áreas de la vida social, y en sí mismas generan nuevas prácticas sociales, enlaces y relaciones.»
Marres (2017).
Una definición clásica de las TIC nos la ofrece el sociólogo Manuel Castells (2003):
«(…) conjunto convergente de tecnologías de la microelectrónica, la informática, las telecomunicaciones y la optoelectrónica.»
M. Castells (2003). «La era de la información». La sociedad red (vol. VI, pág. 62). Barcelona: Editorial UOC.
Las denominaciones sociedad de la información y sociedad del conocimiento se utilizan frecuentemente para referirse a los cambios producidos en la sociedad a raíz de la irrupción de las TIC. Así, las TIC se han considerado la base de la tercera revolución industrial. De acuerdo con los autores Vilaseca y Torrente:
«(…) una revolución industrial está integrada por un conjunto de cambios técnicos fundamentales para la producción y la distribución, interconectados con un conjunto de cambios sociales y culturales.»
Vilaseca y Torrente (2003, pág. 11)
En el 2016, en la reunión anual del World Economic Forum en Davos, Klaus Schwab introdujo el término cuarta revolución industrial para referirse a una nueva fase de desarrollo industrial, caracterizada por «un internet más móvil y ubicuo, con sensores más potentes y pequeños, por la inteligencia artificial, el uso de robots y el llamado machine-learning». Así, la primera revolución industrial tuvo lugar en el siglo xviii y se basó en la fuerza de la máquina de vapor, y la segunda (siglo xix) se basó en la división del trabajo, la electricidad y la producción en masa. Más recientemente, la tercera revolución industrial, en el siglo xx, ha sido soportada por la electrónica, las TIC y la producción automatizada. La cuarta revolución industrial se basa en la confluencia de diferentes tecnologías digitales, físicas y biológicas como la inteligencia artificial, la inteligencia aumentada, la robótica, la impresión en 3D, el cloud computing, el big data, el internet de las cosas o la nanotecnología, etc. (Rose, 2106 extraído de Escudero, 2018).

El propio World Economic Forum considera que la transición de la tercera revolución industrial a la cuarta revolución industrial hará necesario el desarrollo de habilidades complejas como el pensamiento crítico, la creatividad, la adaptabilidad o la inteligencia emocional.